Los Padres de la Iglesia Primitiva Confirman la Existencia de Ritos Secretos en el Cristianismo

6 de junio de 2015

Muchos cristianos evangélicos y también los antimormones nos acusan de tener ritos secretos que están en total contradicción a la enseñanza pública y abierta del Salvador y sus apóstoles.
Olvidan ellos que la mismísima comunión, sacramento, santa cena o cena del Señor se administraba a puertas cerradas y no se dejaba entrar a ningún profano.
Nos acusan de tener ritos masónicos en nuestros templos o lo que es peor satánicos. Pues bien, para mostrar que habían ceremonias esotéricas en el antiguo cristianismo, vamos a leer del propio Cirilo, un padre de la Iglesia, que no podrán los críticos argumentar que es un invento mormón para apoyar el templo y que de una manera natural explica y detalla las ceremonias de su época.
Veamos quien es Cirilo:
Cirilo de Alejandría (Alejandría, c. 370/3 - ibíd., 444) fue un eclesiástico romano natural de Egipto, Patriarca de Alejandría desde 412 hasta su muerte.
Sobrino del poderoso obispo Teófilo, acompañó a su tío al Sínodo de la Encina (403), en el cual fue depuesto Juan Crisóstomo. Más tarde sucedió a su tío como obispo y patriarca de la sede alejandrina (412). Muchos se opusieron a su nombramiento, quizá por su genio impaciente y dominador. Su episcopado se caracterizó por la presión contra judíos, paganos y otras confesiones cristianas, así como por sus roces con las autoridades imperiales y su lucha de poder con el Patriarcado de Constantinopla.
Sus obras atestiguan un conocimiento extenso, además de la Biblia y de los escritores eclesiásticos, de los autores no cristianos de su época. Parece ser que durante un tiempo se retiró al desierto, donde recibió de los monjes educación ascética, según se deduce de las cuatro cartas que le escribió Isidoro de Pelusio. Es considerado santo por las Iglesias Católica, Ortodoxa y Copta.
En 1882 Cirilo fue proclamado doctor de la Iglesia por el Papa León XIII, quien al mismo tiempo atribuyó el mismo título a otro importante exponente de la patrística griega, san Cirilo de Jerusalén. Esta proclamación se basó en su firmeza al servicio de la doctrina y en la valentía demostrada en defensa de la verdad católica, en particular contra el supuesto error de Nestorio, patriarca de Constantinopla, por lo que corrió el riesgo de ser desterrado y durante algunos meses vivió la humillación de la cárcel: “Nosotros —escribió— por la fe de Cristo estamos dispuestos a padecerlo todo: Las cadenas, la cárcel, todas las incomodidades de la vida y la misma muerte”. 1
Con lo que escribió Cirilo, queda claro que los primeros cristianos poseían una enseñanza secreta, realizaban ritos de unción con aceite en diferentes partes del cuerpo, el uso de ropas nuevas blancas...

Enseñanza Secreta

‘Cuando la instrucción termine, si algún catecúmeno trata de averiguar lo que sus maestros les enseñamos, no diga nada, porque él está fuera del misterio que le hemos entregado, con su esperanza en la era por venir. Guarde el misterio para el beneficio de Aquél de quien espera recompensa. Nunca deje que nadie le persuada diciendo: ¿Qué daño puede haber en yo también sepa? Ya está en la frontera del misterio. Yo lo adjuro para que no deje escapar ni una palabra’ (Procatequesis 12).

Ungimientos

Fuisteis ungidos en primer lugar en la frente, para ser liberados de la vergüenza que el primer hombre que pecó exhibía por todas partes(8) y para que, a cara descubierta, contempléis la gloria del Señor como en un espejo (cf. 2 Cor 3, 18)(9). Después, en los oídos, para que pudieseis oír los divinos misterios, de los que Isaías decía: «Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos» (Is 50, 4); y el Señor Jesús, en el Evangelio: «El que tenga oídos, que oiga» (Mt 11, 15). Luego fuisteis ungidos en la nariz, para que, al recibir el divino ungüento, dijeseis: «Somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan» (2 Cor 2, 15). También fuisteis ungidos en el pecho, para que, «revestidos de la justicia como coraza», pudieseis «resistir a las asechanzas del Diablo» (Ef 6, 14-11). Pues, al modo como Cristo, tras el bautismo y la venida a él del Espíritu Santo, derrotó al Adversario (cf. Mt 4, 1 ss. par), también vosotros, después del sagrado bautismo y el místico ungüento, revestidos de la armadura del Espíritu Santo, podáis resistir contra toda potestad adversa (cf. Ef 6, 10-18), a la cual podáis vencer diciendo: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta», Cristo (Flp 4, 13). (Catequesis XXI).
3. Y después, así despojados, fuisteis ungidos con el óleo exorcizado desde los pelos de la cabeza hasta los pies y fuisteis hechos partícipes del buen olivo que es Jesucristo. Sacados del olivo silvestre, habéis sido injertados en un buen olivo y hechos partícipes de la riqueza del verdadero olivo (Rm 11, 17-24)(2), (Catequesis XX).

Nuevas ropas blancas

2. Inmediatamente después de que entrasteis, os despojasteis de la túnica: ésta era imagen del hombre viejo, del que os habéis despojado con sus obras (cf. Col 2, 12 ss; 3, 1 ss. 9ss.; cf. Ef 2, 1-10). …. Y puesto que habitaban en vuestros miembros las potestades adversas, ya no os es lícito seguir llevando aquella vieja túnica: y no me refiero a la que se percibe con los sentidos, sino al «hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias» (Ef 4, 22). Y que nunca suceda que el alma se revista de nuevo de la vestimenta de que una vez se despojó, sino que diga como aquella esposa de Cristo de la que se habla en el Cantar de los Cantares: «Me he quitado mi túnica, ¿cómo ponérmela de nuevo?» (Cant 5, 3). . . .. Llevabais realmente la imagen del primer padre Adán, que estaba desnudo en el paraíso y no se avergonzaba. (Catequesis XX)
«Y no falte ungüento sobre tu cabeza» (Ecl 9, 8b): ¿Ves cómo también se designa así al crisma espiritual? «En toda sazón sean tus ropas blancas, ... que Dios está ya contento con tus obras» (ibid., 8a y 7b). Pues, antes de que tuvieses acceso a la gracia, tus obras eran «vanidad de vanidades» (Ecl 1, 2)(8). Pero, una vez que te despojaste de tus viejas vestiduras y te pusiste las que están espiritualmente limpias, debes estar siempre vestido con éstas. No te decimos que es necesario que siempre vayas vestido de blanco, sino que te revistas de lo que es blanco, puro y espiritual y que digas, de acuerdo con el bienaventurado Isaías: «Con gozo me gozaré en Yahvé, exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto...» (Is 61, 10). (Catequesis XXII)

Notas:
1 http://es.wikipedia.org/wiki/Cirilo_de_Alejandr%C3%ADa

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