Sindrome de la Fe Zarandeada

13 de junio de 2015

Este nuevo libro merece la pena leer. El autor da las claves de como los santos respondemos a los críticos y las tácticas y propósitos de estos. Es bastante ameno de leer y hay mucha documentación fácil de acceder para los que nos guste leer las citas.
El artículo lo tenía colgado Luis del Castillo en su blog por lo que lo he ligeramente modificado y pegado aquí.
Michael Ash es miembro de la Iglesia, nacido en Florida pero actualmente vive en Ogden, Utah. Con su esposa Christine son padres de tres hijas y abuelos de cuatro nietos. Integra el equipo de FAIR (Foundation for Apologetic Information & Research) (Fundación para Investigación e Información Apologética), una organización internacional, voluntaria, sin ánimo de lucro, que produce material defendiendo la fe de los Santos de los Últimos Días y responde preguntas de miembros e investigadores sobre temas conflictivos. También ha escrito para FARMS (Foundation for Ancient Research and Mormon Studies) (Fundación para la Investigación de la Antigüedad y Estudios Mormones, hoy Maxwell Institute), Dialogue, Sunstone Magazine y Deseret News. Además, dirige su propia web: MormonFortress.com. En 2008 publicó Shaken Faith Syndrome. La disertación que presentamos a continuación es la introducción a su libro en la Conferencia de FAIR del año 2008.

“Antes de que existiera Internet ¿Cuántos miembros poseían o leían libros y literatura anti-mormona? Comparativamente ¿cuántos miembros han encontrado literatura anti-mormona en la web? Actualmente, muchos miembros se topan con elementos negativos al buscar online material para una lección o un discurso. A veces llegan a esos sitios por curiosidad. Me recuerda la historia del hombre que pasaba frente a un manicomio. El patio del manicomio presentaba un alto vallado de madera que impedía ver el interior. Mientras caminaba frente a ella, el hombre escuchó voces del otro lado que entonaban: 13, 13, 13, 13… “¿Qué estará ocurriendo?” se preguntó el hombre. Aprovechando un agujero en la madera, se inclinó para ver de cerca lo que ocurría. Sin embargo, en cuanto acercó su rostro para mirar, surgió un dedo desde el otro lado que se le metió en el ojo. El hombre retrocedió asombrado y dolorido mientras las voces comenzaban a canturrear: “14, 14, 14,14…”

El Síndrome de Fe Zarandeada

Aunque hay muchos motivos por los que la gente abandona la Iglesia, la fe zarandeada surge típicamente de dos tipos de escenarios:
1 Alguien pierde la fe debido a algún desastre en su vida (como una muerte, divorcio u otra tragedia) 2 La fe de alguien es zarandeada al exponerse a información que parece cuestionar las afirmaciones de la Iglesia.
Esta segunda categoría es la que analizo en mi libro. Hablemos brevemente sobre su título: Shaken Faith Syndrome (El Síndrome de la Fe Zarandeada)
Algunos críticos han objetado mi uso de “síndrome”. Declaran que la mayoría de los norteamericanos entienden la palabra como equivalente a enfermedad o desajuste. Por tanto, sugieren que yo debo creer que los críticos están mentalmente enfermos, o que hay algo malo en ellos al no aceptar el evangelio restaurado. En medicina, “síndrome se refiere tradicionalmente a una enfermedad o malestar – tales como el Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (SIDA) o el Síndrome de Down. En psicología y en la lengua común el término puede referirse a la respuesta a circunstancias extremas como el Síndrome de Estocolmo (personas que han sido secuestradas y desarrollan indicios de lealtad hacia sus captores), o a una serie de eventos relacionados como el Síndrome de China (el concepto de que, si una planta nuclear norteamericana se fundiera, teóricamente, sus efectos atravesarían la tierra hasta llegar a China). En el diccionario encontramos las siguientes definiciones:
1. Patología, Psiquiatría. Grupo de síntomas que en conjunto son característicos de una enfermedad o desorden.
2. Un grupo de elementos, eventos o acciones que son coincidentes o están relacionados.
3. Patrón de síntomas que caracterizan o marcan una particular condición social.
4. Un patrón de conducta, acción, etc., característico y predecible, que tiende a ocurrir bajo ciertas circunstancias.
Si bien la primera definición se refiere a una enfermedad o desorden, las tres restantes podrían ser compatibles con mi uso del término y su comprensión por el hablante común. El título “Síndrome de Fe Zarandeada” es claramente un juego de palabras como el “Síndrome del Bebé Zarandeado”. Ese Síndrome no es ni una enfermedad ni un malestar sino un problema que ocurre cuando se zarandea a un infante. El resultado puede ser la muerte así como desórdenes físicos y/o mentales causados por un daño al cerebro. El daño es causado por otra persona que, intencionadamente o no, lastima al niño. Del mismo modo, el material crítico puede zarandear, y ha zarandeado, la fe de Santos de los Últimos Días activos. Ha asesinado testimonios o los ha dañado hasta un punto cercano a la extinción. De modo que espero que puedan ver porque creo que el término es una descripción apropiada de los eventos o elementos reales que contribuyen a una desconversión (Además el título es pegadizo)

¿Qué ocurre con la duda?

Tener dudas no es un pecado ni es anormal. Alrededor del 95 % de los norteamericanos cree en Dios, pero aproximadamente la mitad – incluyendo los que se consideran religiosamente devotos – cuestionan seriamente su fe de tanto en tanto. Afortunadamente el marco protector de la Iglesia es lo suficientemente grande como para incluir a aquellos que se enfrentan a dudas esporádicas o crónicas.
“A algunos”, reveló el Señor “se les da a saber que Jesucristo es el Hijo de Dios. A otros les es dado creer en las palabras de aquéllos, para que también tengan vida eterna, si continúan fieles” (D&C 46:13-14). En cierta ocasión José F. Smith dijo que a los Santos de los Últimos Días “se les da la mayor amplitud posible para sus convicciones, y si un hombre rechaza un mensaje que yo pueda darle pero aún conserva la moralidad y creencia en los más importantes principios del evangelio, y desea continuar en la membresía de la Iglesia, se le permite permanecer… Siempre que un hombre crea en Dios y tenga algo de fe en la organización de la Iglesia, nutrimos y ayudamos a esa persona para que continúe como fiel miembro de la Iglesia aunque no crea en todo lo que ha sido revelado”.

¿Por qué la duda produce que algunos abandonen sus convicciones?

Pareciera que aquellos que tienden a ser fundamentalistas, dogmáticos o cerrados en sus perspectivas sobre el evangelio o los primeros acontecimientos en la historia de la Iglesia, tienen mayor probabilidades de apostatar cuando se encuentran con temas desafiantes. Utilizo el término “fundamentalistas” de un modo que puede diferir con el uso que otros le dan. No me refiero a terroristas islámicos, ni a los polígamos actuales. En la cristiandad, designa a los evangélicos conservadores que afirman activamente lo que ellos ven como creencias cristianas fundamentales – tales como la inerrancia de la Biblia – una Biblia que es interpretada literalmente e históricamente correcta a pesar de los reclamos conflictivos presentados por la ciencia y la erudición moderna. Por asociación, el término fundamentalista se usa también para describir a todos aquellos (de diversas creencias religiosas) que tienen una visión muy rígida y no dispuesta al cambio de sus ideologías o sistema de creencias. Esta definición describe más apropiadamente el modo en que la palabra es utilizada en el libro.
De algún modo, todos – no sólo los fundamentalistas – tenemos algunas características de rigidez escondidas en el fondo de nuestro escenario ideológico. Esto puede representar un problema cuando descubrimos que ciertas presunciones que hemos dado por ciertas están basadas sobre terreno arenoso más que sobre la realidad.
¿Qué ocurre cuando encontramos información que entra en conflicto con pensamientos o acciones preexistentes? Uno tiene un sentimiento de molestia. ¿Alguna vez han tenido remordimiento de comprador? ¿Continúan viviendo con ese remordimiento? Típicamente, uno devuelve el producto o decide que no ha sido una mala compra.
En psicología, existe un fenómeno conocido como disonancia cognitiva. Cognición es “pensamiento” y “disonancia” significa falta de armonía. Cuando los pensamientos entran en conflicto, están fuera de armonía. Ocasionalmente podemos tener ideas en conflicto y no darnos cuenta o darnos cuenta pero no preocuparnos por ello.
Cuando reconocemos que poseemos cogniciones que compiten entre sí y cuando estamos molestos por el conflicto, entramos a un estado de disonancia cognitiva. La disonancia cognitiva crea cierto estado de malestar intelectual, emocional y aún físico. Naturalmente, tomamos medidas para aliviar ese malestar. Generalmente, buscamos apartarnos de la causa de la incomodidad. Por ejemplo, la mayoría de nosotros en algún momento hemos excedido los límites de velocidad permitidos. Darnos
cuenta de que lo hemos hecho puede crear una disonancia cognitiva. ¿Cómo reducimos esa incomodidad? Con excusas. Tengo poco tiempo y esta cita es más importante que una ley menor que podría estar violando. Las posibilidades de que me detengan son mínimas. La ruta está muy tranquila. Soy un conductor experimentado, etc., etc.
¿Qué ocurre si están haciendo dieta y su jefe se aparece con una excelente pizza, y a ustedes les encantara la pizza? Podrían decirse interiormente: “Los vegetales son buenos; hago ejercicios tres veces por semana; ya antes fallé en mi dieta; comenzaré de nuevo el lunes”. El nivel de malestar que sintamos estará directamente relacionado con la importancia con que percibamos al asunto en cuestión. En el ejemplo de la pizza puede ser que no sintamos mucha molestia y resolvamos la disonancia cognitiva rápidamente. Pero supongamos que somos adictos al alcohol, las drogas, los cigarrillos o la pornografía. Sabemos que está mal y es posible que sintamos un mayor escozor cuando nos involucramos en la actividad adictiva. ¿Qué ocurriría si descubriesen que sus presunciones sobre la vestimenta de José Smith, su color de cabello o el tono de su voz eran incorrectas? Esos no son asuntos importantes, no de peso. Es dudoso que el descubrir cogniciones competitivas en estos asuntos pueda conducir a una confusión emocional. Sin embargo, sí importaría que descubriésemos información sugiriendo que José fue mentiroso o fraudulento, o que el Libro de Mormón es mera ficción.
Cada persona asigna diferentes niveles de importancia (o “peso”) a sus diversas creencias (o “cogniciones”) y el peso está determinado por una variedad de factores. Lo que experimentamos personalmente generalmente aporta gran peso a nuestras creencias. Si, por ejemplo, tenemos dolor de estómago cada vez que tomamos leche, la creencia de que la leche no es buena para nosotros se fortalecerá con un nuevo peso. Del mismo modo, si nos damos cuenta que vienen bendiciones al pagar los diezmos, nuestra creencia en ese principio correcto se verá fortalecida.
La fuente de las cogniciones que compiten también tiene mucho peso. Si su médico le dice que debe comer palomitas de maíz para la mejora de su tracto intestinal, tendrá más credibilidad que si se lo aconsejara el vendedor del kiosco en el cine. Del mismo modo, los miembros activos de la Iglesia tendrán una tendencia a dar crédito al consejo de líderes de la Iglesia, en temas espirituales, antes que a un psicólogo o conductor de programa televisivo.
Al encontrarnos con disonancias cognitivas en asuntos de peso – tales como las creencias religiosas – podemos llegar a experimentar un estado mental emocionalmente incómodo. Este malestar ha sido denominado “estado de accionamiento negativo” ya que causa una tensión psicológica como el hambre o la sed requiriendo inmediata atención y solución. Reducir la angustia puede necesitar de un cambio en las creencias o en la conducta. Existen por lo menos cuatro modos en los que se logra, y no siempre estamos conscientes de estar aplicándolos. Podemos:
1 rechazar la nueva información – la cognición que compite – como falsa
2 rechazar la nueva información como poco importante
3 rechazar antiguas creencias a favor de la nueva información
4 agregar información (cogniciones adicionales) para revalidar la creencia original.
Ben Maguire brinda el siguiente ejemplo (y lo he utilizado también en mi libro): Supongamos que usted juega con una pelota roja. El hecho de que usted sabe que esa pelota es roja es una cognición. Entonces, aparezco yo y comento qué linda es su pelota verde. Ahora usted se enfrenta a una segunda cognición – que yo creo que la pelota es verde. Estas dos cogniciones son contradictorias – es decir, la pelota no puede ser verde y roja al mismo tiempo. Si ambas cogniciones tienen el mismo peso, se puede crear una disonancia cognitiva. Lo cual significa que, si usted valora mi opinión tanto como la suya para determinar la realidad, experimentará una disonancia cognitiva. Suponiendo que consideramos este asunto como importante, veamos cómo podríamos liberarnos de la incomodidad de la disonancia cognitiva, y comparémoslo a un escenario similar en el que encontramos información crítica hacia la Iglesia:
I. Rechazar la nueva información como “Falsa” (decidir que yo estoy equivocado cuando aseguro que la pelota roja es verde – ya sea porque estoy mintiendo o soy daltónico). Podemos rechazar la información anti-mormona como falsa – creyendo que los críticos inventaron sus reclamos o tomaron la información fuera de contexto. Al descartar la información ofensiva como propaganda anti-mormona podemos resolver cualquier malestar emocional y protegernos contra disgustos futuros. Esta elección puede ser efectiva porque, en realidad, muchas declaraciones anti-mormonas suelen ser inventos o están tomadas fuera de contexto.
II. Rechazar la nueva información como “Poco Importante” (decidir que el color de la pelota es poco significativo comparado con el placer de jugar con ella). Podemos decidir que el descubrimiento que zarandea nuestra fe es irrelevante en relación a creencias religiosas más profundas. Puede ser que sintamos que nuestra aceptación del evangelio está basada en un testimonio espiritual – que tiene mucho mayor peso dentro de nuestras convicciones espirituales que fuentes poco fiables. La mayoría de nosotros no tenemos el tiempo, la energía o los recursos para encontrar respuesta a cada acusación, de modo que a menudo puede parecer natural dejar de lado la información conflictiva como poco importante al poseer ya una convicción de que la Iglesia es verdadera.
Las opciones 1 y 2 generalmente van acompañadas de evitar cualquier literatura crítica hacia los SUD. Ambas opciones son típicamente influenciadas por la emoción – y posiblemente alimentadas por evidencia espiritual – más que por un serio examen del asunto. Aunque nuestras conclusiones puedan ser correctas (en este caso, que la Iglesia es verdadera a pesar de las críticas anti-mormonas), esas primeras dos opciones usualmente refuerzan la creencia original sin una investigación rigurosa y abierta de las cogniciones que compiten.
Los Santos de los Últimos Días no son los únicos que resuelven los temas de este modo. Y tales opciones para resolver las disonancias cognitivas no están limitadas a asuntos religiosos. De acuerdo a un reciente estudio de la Universidad de Emory, por ejemplo, tanto los Demócratas como los Republicanos activos se basan más en las emociones que en la razón al evaluar información que desafía sus puntos de vista políticos. Cuando se midió la actividad cerebral de sujetos participantes en un test a quienes se les pidió evaluar información negativa, los circuitos del razonamiento no se involucraron particularmente. En cambio, los investigadores registraron actividad en los centros emocionales del cerebro – especialmente aquellas áreas que se sabe que participan en la resolución de conflictos. Una vez que los sujetos fueron puestos a prueba “llegaron a conclusiones que se adecuaban a sus creencias subyacentes – esencialmente hallando modos de ignorar la información que no podía ser rechazada racionalmente – los circuitos cerebrales que actúan con emociones negativas, como disgusto y tristeza, se apagaron, mientras que los circuitos involucrados en premiar las conductas se activaron fuertemente…”. Como lo explicó uno de los investigadores, todos, desde políticos a científicos, razonan con juicios basados en emociones cuando existe un interés personal en cómo interpretar los “hechos”.
Aunque tendemos a defender y racionalizar nuestras creencias, muchas personas sí cambian sus puntos de vista. Demócratas se transforman en Republicanos y viceversa. Algunos creyentes llegan a ser ateos y algunos ateos, creyentes. Mormones se convierten en Bautistas y Bautistas en Mormones. Algunos mormones se transforman en críticos y algunos críticos se convierten al evangelio.
Los críticos, sin embargo, creen generalmente que todos los mormones escogen un enfoque emocional, poco racional, o irracional para resolver sus disonancias cognitivas. ¿Por qué? Según los críticos, ningún individuo racional puede estudiar la evidencia y permanecer como creyente a menos que esté drogado o en absoluta negación. Los críticos, por supuesto, optan del mismo modo por un enfoque emocional y poco racional para mantener su falta de creencia cuando se los confronta con evidencia que apoya al mormonismo. Aunque es muy posible que algunos mormones resuelvan sus disonancias de modos poco racionales, otras teorías sugieren que la gente con creencias religiosas tiene a menudo formas racionales para permanecer como creyente, a pesar de las evidencias conflictivas. Todos nosotros, por ejemplo, estamos involucrados en relaciones (esposos, padres, hermanos o hijos) con quienes mantenemos compromisos a pesar de que pueda haber cierta información perturbadora sobre ellos. Tendemos a reconocer que hay beneficios a largo plazo al permanecer en esos compromisos de relación, aunque en el corto plazo tengan un costo, a veces bastante alto. Las personas comprometidas con su religión acreditan beneficios tales como respuestas al significado de la vida, o un vínculo con lo divino. El racional se sacrificará por sus creencias religiosas cuando obtenga algo a cambio. Aún racionalizará su conducta y creencias por un tiempo sin que el premio llegue, pero la mayoría no racionalizará indefinidamente a menos que las creencias produzcan la recompensa que espera – mucha gente encuentra que la religión sí otorga la recompensa esperada.
Algunos miembros pueden escoger vivir con dudas. Puede ser que continúen cuestionando las verdades proclamadas por el mormonismo, pero ponen a un lado los temas inquietantes y favorecen las recompensas que encuentran en las asambleas de los Santos. Sin embargo, aquellos que no logran alejarse de sus dudas – es decir, quienes consciente o inconscientemente no evitan material crítico y sufren de disonancias cognitivas – es muy posible que terminen escogiendo una de las siguientes opciones alternativas: cambio de cogniciones o agregado de cogniciones.
III. Cambio de Cogniciones o Creencias (esto es, decidir que estaba equivocada al creer que la pelota era roja, en realidad es verde). Algunos individuos no tienen la capacidad de descartar descubrimientos generadores de dudas como falsos o poco importantes. La nueva información, que compite con la anterior, puede sonar persuasiva o provenir de una fuente creíble – lo cual agrega peso a las cogniciones en competencia. Aun cuando ambas cogniciones parezcan equilibradas, nos provoca ansiedad. Esta ansiedad puede transformarse en un gran malestar hasta que buscamos restaurar una consonancia cognitiva (“armonía de pensamiento”). Cuando se reduce la tensión, nos sentimos mejor. De hecho, muchos ex-mormones declaran que sufrieron importantes tensiones emocionales antes de dejar el mormonismo pero, eventualmente, sintieron alivio una vez que lo hicieron. Por supuesto, si se está desarrollando una disonancia cognitiva, el mismo alivio sentirán aquellos que llegan a un acuerdo con los temas difíciles y permanecen en la Iglesia. En cualquiera de los dos escenarios, la molestia causada por la disonancia cognitiva queda resuelta.
Una vez que el malestar se ha aplacado y se han decidido a dejar la Iglesia, muchos ex –miembros evitan disonancias cognitivas futuras que podrían provenir de evidencia que favorece las afirmaciones de la Iglesia. Para aliviar esa tensión generalmente explican los argumentos pro SUD de los mismos dos modos poco racionales en los que muchos miembros explican la literatura anti mormona – concluyen que su antiguo testimonio era o bien falso (tal vez el resultado de sentimientos, esperanzas, deseos o confirmación basada en sus propias tendencias), o lo rechazan como poco importante (ningún testimonio espiritual puede competir con la nueva “verdad” percibida a través de la evidencia conflictiva secular o histórica). Al igual que algunos mormones, a menudo evitan literatura que va en contra de sus creencias o, en este caso, su falta de creencia. En otras palabras, evitan aquellas evidencias que fortalecen los argumentos mormones. Generalmente deciden de antemano que todo estudio erudito Santo de los Últimos Días está tergiversado o no es fiable, sin ni siquiera leer ese material. Al descartar toda investigación de estudiosos mormones que desafía su falta de creencia, evitan repetir su experiencia de ansiedad psicológica. Es bastante común, por tanto, encontrar críticos que parecen desconocer a los eruditos SUD y a los estudios de defensa, y sin embargo aseguran que los argumentos anti SUD prueban que el mormonismo es un fraude. Un crítico anónimo de Internet, por ejemplo, declara que hay evidencia de que el Libro de Abraham es un fraude, mientras simultáneamente reconoce que no está familiarizado con las más recientes refutaciones eruditas de esas acusaciones anti mormonas. Otro crítico on-line afirma que no tiene intención de leer argumentos de estudiosos SUD ya que sería “una increíble pérdida de tiempo”. Estaba satisfecho, alardeaba, de saber que la verdad no está en el mormonismo, y no tenía necesidad de analizar contra argumentos. Han llegado a la conclusión de que la Iglesia no es verdadera, creen que las explicaciones anti-mormonas proveen evidencia para sus decisiones y no buscan respuestas una vez que sus mentes han decidido (de hecho, examinar respuestas a favor de la Iglesia podría recrear la disonancia cognitiva). Irónicamente, los críticos son usualmente los que declaran ser de mente abierta, en contraste con los mormones de mente cerrada. Varios ex mormones, por ejemplo, han dicho que su oposición a la Iglesia es tan fuerte que no desearían regresar a pesar de cualquier nueva información que pudiese surgir. De acuerdo con una encuesta informal confeccionada sobre unos 400 ex miembros, en 2001, más de la mitad declaró que “nada” podría abrir las puertas para retornar al mormonismo. Es notable ver que algunos ex miembros, que afirman haber abandonado sus creencias por razones puramente intelectuales, en realidad se rehúsan a examinar argumentos intelectuales SUD por razones no intelectuales.
IV. Añadir Cogniciones o Información para Validar la Creencia Original (obtener otra opinión sobre el color de la pelota). La información adicional de apoyo puede cambiar el peso de la evidencia a favor de nuestras creencias originales. En el ejemplo de la pelota roja o verde, si usted descubriera que yo soy daltónico, entonces su creencia personal volvería a tener mayor peso haciendo más sencillo escoger entre las cogniciones enfrentadas. Como ejemplo del Libro de Mormón, exploremos el argumento anti-mormón de que las planchas no podrían estar hechas de oro porque habrían sido demasiado pesadas para que José las transportara mientras corría por el bosque huyendo de quienes le habían tendido una trampa. Sin embargo, si añadimos el conocimiento de que se dice de las planchas que tenían la apariencia de oro y de que los antiguos mesoamericanos utilizaban metales con apariencia de oro que pesaban menos que el oro puro, descubriremos que la cognición antimormona no supera a la cognición promormona.
Añadir cogniciones generalmente requiere de un cambio de paradigma. Tendríamos que reconocer, por ejemplo que las planchas de oro (*en inglés el adjetivo “golden” significa tanto “de oro” como “doradas”) no necesitaban estar confeccionadas de oro puro para ser de oro (la mayoría de los anillos matrimoniales son de 14 kt, que es 58% oro y 42% otras aleaciones). Un cambio total de paradigma para Santos de los Últimos Días podría requerir una comprensión más sutil del rol de los profetas, las escrituras y la revelación personal, así como de las limitaciones de la ciencia y los estudios académicos.
Como señalé anteriormente, una estructura mental fundamentalista convierte a los creyentes en blancos más vulnerables para un daño en sus testimonios. Algunos testimonios, francamente, están edificados sobre cimientos de arena, tales como folklore, tradición, la admiración por cierto líder de la Iglesia, el disfrute de las organizaciones sociales, o la membresía basada en presión familiar. Cuando no existe verdadera conversión del espíritu, es aún más difícil aceptar aquellas cosas que
deben conocerse sólo por la fe. De todos modos, aquellos miembros que sí poseen testimonios espirituales no son inmunes a la apostasía personal. Tristemente, sabemos por la historia que entre los primeros y más fieles miembros con experiencias espirituales significativas – tales como Sídney Rigdon y los Tres Testigos – muchos apostataron. Aprendemos de la visión de Lehi que algunos de aquellos que probaron el fruto (el amor de Dios) lo dejaron presionados por influencias externas 1 Nefi 8:25,28
Son numerosos – y a menudo complejos – los factores que contribuyen a la creencia o falta de creencia de cada persona. Sin embargo, he notado algunos elementos en común entre aquellos que abandonan la Iglesia por razones supuestamente intelectuales. Muchos exmormones que tuvieron un testimonio de la Iglesia también tenían un punto de vista fundamentalista acerca de las escrituras así como de la naturaleza y rol de los profetas. Estas percepciones son verdaderas piedras de tropiezo enfrentadas a temas intelectuales desafiantes. La mayoría abraza conceptos, creencias y posiciones sin siquiera pensar en cuestionarlos. Desafortunadamente, de modo ocasional, confundimos creencias con enseñanzas periféricas – tales como rumores, tradiciones u opiniones personales – con doctrinas SUD. A veces, no tenemos ni idea de cómo pensar fuera del esquema de interpretación SUD (aun cuando esas interpretaciones puedan basarse en tradiciones más que en revelaciones), o de cómo manejar temas complejos y controvertidos. Si edificamos nuestra casa de paja sobre ideologías no doctrinales, y la estructura colapsa sobre los cimientos arenosos de la mala comprensión, todo nuestro sistema de creencias puede tambalearse también. Podríamos asumir, por ejemplo, que todos los profetas de todas las épocas entendieron todos los principios, doctrinas y prácticas del evangelio del mismo modo. Podríamos – quizás inconscientemente – asumir un enfoque fundamentalista y rígido al categorizar a las personas y a los principios. Tal vez creamos que un profeta es siempre espiritual, sabio, amable y disciplinado; jamás podría errar en asuntos religiosos ni tener creencias falsas. A veces podríamos, sin mala intención, ver las cosas en poco ambiguos blancos y negros. “Los mormones tienen la verdad, otros no”, podemos concluir. O, “pagar los diezmos asegura estabilidad financiera; no pagarlos conducirá a la ruina”. “El Espíritu habla a los mormones pero no a los no-mormones”. “Si vives rectamente todos tus hijos irán a la misión y se sellarán en el templo. Si tus hijos se apartan o tu vida está llena de problemas, o es porque no estás viviendo rectamente”. Tal escenario mental fundamentalista en blanco y negro nos puede conducir a serios problemas. O hubo caballos en la antigua América, puede pensar la mente fundamentalista, o el Libro de Mormón es falso. O hubo un diluvio a escala mundial que eliminó prácticamente toda vida, o la Biblia es falsa. Para el fundamentalista no existe término medio. Si descubren, por información persuasiva, que no hubo un diluvio universal, o que los caballos actuales estaban ausentes en la antigua América, su ideología completa se desvanece bajo sus pies. Y cuando alguna gente se aparta – aunque sea por presunciones falsas – ni nuevo conocimiento o contra evidencia logra resucitar su testimonio.
Con bastante frecuencia, de manera muy poco crítica aceptamos lo que leemos o escuchamos – aún de fuentes tales como líderes de la Iglesia o publicaciones de la Iglesia. No es que, por lo general, sus palabras no sean verdad, pero debemos utilizar nuestros cerebros tanto como nuestros espíritus cuando estudiamos el evangelio. El Presidente N. Eldon Tanner se quejó sobre:
“la tendencia de los miembros de la Iglesia a leer las publicaciones oficiales con…una aceptación desprovista de crítica, sin involucrarse en el proceso de pensamiento, juicio y confirmación inspirada que hace posible un genuino diálogo interior con la palabra hablada o escrita”.
Demasiado a menudo, aceptamos rumores sin filtrarlos críticamente, incluyendo rumores que promueven la fe, en vez de los hechos; tradiciones, especulaciones y opiniones, en vez de revelación;
y expectativas poco realistas e ilusorias sobre los profetas y las escrituras en vez de una perspectiva realista y madura. Resumiendo, debemos reconocer la necesidad de abrir nuestras mentes y entender potencialmente temas del evangelio de modos en que antes no los hemos visto. “La desilusión”, observa la psicóloga Dra. Wendy Ulrich, “es una cosa buena. No deseo una vida basada en ilusiones, por tanto, desilusionarme es muy valioso para mí”. Las ilusiones y conceptos errados son muñecos de paja – se destruyen fácilmente con la información correcta. A veces, parte de nuestro testimonio – como lo evidencian las declaraciones de muchos exmormones – puede, sin darnos cuenta, estar basado en ilusiones y conceptos falsos.
Cuando la información crítica destruye conclusiones basadas en estos muñecos de paja o falsas presunciones, algunos miembros perderán por completo su testimonio. Los errores más comunes que aparecen como factores que pueden conducir a la apostasía personal son:
A Expectativas poco realistas sobre los Profetas
B Confusión de Tradición con Doctrina
C Imposición de nuestro punto de vista sobre otros
D Expectativas poco realistas sobe la Ciencia y los Académicos.
A. Expectativas poco realistas sobre los Profetas:
Los Profetas no son infalibles. “No hago ningún reclamo de infalibilidad”, dijo el Presidente Spencer W. Kimball. Harold B. Lee indicó que no toda palabra hablada o escrita por una Autoridad General necesita ser considerada como inspirada y el Elder J. Reuben Clark dijo que “aún el Presidente de la Iglesia no siempre ha hablado bajo la dirección del Espíritu Santo”. El propósito y misión de la Iglesia es “invitar a todos a venir a Cristo” (DyC 20:59). Los profetas se destacan como líderes en esta invitación y las cosas que hacen y dicen (como profetas) tienen la intención de cumplir esa meta. ¿Cómo venimos a Cristo? El Libro de Mormón nos da un esquema de seis puntos: creer en Cristo, arrepentimiento, bautismo, don del Espíritu Santo, perseverar hasta el fin y ser hallado sin culpa en el juicio final. Este listado involucra compromisos, actitudes y relaciones personales con nuestro Padre Celestial y Cristo. Nosotros debemos establecer los compromisos personales y las interacciones con el Señor. Los Profetas pueden ayudarnos en la guía hacia las aguas de verdad, pero no pueden beber por nosotros. Guiarnos no significa que todos sus comentarios sean inerrantes.
Los exmiembros generalmente proclaman que asuntos tales como la poligamia, la traducción del Libro de Abraham, o los puntos de vista raciales de Brigham Young, crearon una disonancia cognitiva que eventualmente produjo su alejamiento de la Iglesia. De todos modos, usualmente las cogniciones reales que compiten son un grupo de asunciones y percepciones de “lo que un profeta es y lo que un profeta debería hacer”- comparado con lo que un profeta fue y cómo se comportó. Un crítico, por ejemplo, notaba con extrañeza como podía el Libro de Mormón ser un texto de escritura pobre si “verdaderamente había sido dictado por la boca de un dios omnisciente…” Del mismo modo, parecía perplejo de que Brigham Young quien declaraba “hablar por el mismo dios omnisciente” pudiese tener ideas falibles sobre el cosmos. Otro exmormón recientemente afirmó que “cada cosa que provino de la boca o pluma de José debería haber sido una verdad universal”. Desafortunadamente, a veces, miembros creyentes parecen compartir estos conceptos fundamentalistas.
Los profetas no nacen como profetas y no crecen en aislamiento social o cultural. Cuando son llamados como profetas no se transforman de pronto en divinos – continúan siendo hombre. Los profetas han tenido, y se les permite tener, sus propias opiniones, sus propios malentendidos, sus propios prejuicios, y sus propios errores. Cuando un Santo de los Últimos Días es llamado a ser presidenta de la Sociedad de Socorro, presidente del Quorum de Elderes, obispo o presidente de estaca, trae consigo al llamamiento mucho de lo que ha construido su personalidad y visión del mundo, incluyendo sus fortalezas, debilidades y prejuicios. Lo mismo puede decirse de los profetas. La educación en el evangelio, para profetas y el resto, es un proceso evolutivo – igual que cualquier otro tipo de educación. De allí la necesidad de revelación continúa.
Ni doctrinas completas o detalles doctrinales específicos se revelan siempre de una vez. Como dijo cierta vez José Smith,
“No es sabio que poseamos todo el conocimiento presentado ante nosotros de golpe, sino que obtengamos de a poco por vez; entonces podremos comprenderlo”. 
Tal como lo evidencian tanto las escrituras como el relato de la Restauración, la revelación no se dispensa como un don no solicitado, sino que, en cambio, se da como respuesta a peticiones a Dios. La Primera Visión, la Traducción Inspirada, la Palabra de Sabiduría, y otras, vinieron como respuestas a oraciones. Si las preguntas no se realizan, raramente serán dadas las respuestas. En el evangelio, todos nosotros somos novicios en diferentes niveles de comprensión, a medida que aumenta el estudio somos más capaces de comprender y expresar ideas avanzadas. Que el profeta posea las llaves del sacerdocio y la autoridad para recibir revelación de Dios para la dirección de la Iglesia, no significa que cada palabra que hable es infalible, inspirada, u objetivamente apropiada.
B. Confusión de tradición con doctrina.
Desafortunadamente, pero inevitablemente, nosotros – y aun los profetas – a veces confundimos las interpretaciones basadas en la tradición con doctrinas o posiciones oficiales. De los muchos ejemplos posibles, tomaré como ilustración la geografía del Libro de Mormón. La mayoría de los miembros ha creído (y, quizás aún cree) que los eventos del Libro de Mormón tuvieron lugar en todo el hemisferio de Norte y Sur de América. Una lectura superficial del Libro de Mormon sugiere que Norteamérica era la tierra del norte y que Sudamérica era la tierra del sur. El actual Panamá viene a la mente como el “estrecho istmo de tierra” conectando el norte con el sur.
Es probable que José Smith, la mayoría de sus contemporáneos, y quizás un buen número de los profetas modernos, dieron por sentado y escogieron esta visión hemisférica. También pareciera que José y sus coetáneos creían que los remanentes indígenas en su vecindad mostraban evidencia de las vidas y guerras de Nefitas y Lamanitas. ¿De dónde surgieron dichas creencias? Una lectura somera del Libro de Mormón – en el contexto de las creencias culturales sobre los indios en la época de José – sugiere plausiblemente tal escenario. Mucha gente de la frontera en la primera mitad del siglo XIX, por ejemplo, creía que los indios eran originalmente pobladores blancos de las tribus perdidas de Israel. En la escasa comprensión de los primeros Santos de los Últimos Días debe haber tenido mucho sentido lógico percibir la geografía del Libro de Mormón contextualizada con lo que creían sobre la existencia de los indios en Norteamérica. Orson Pratt, uno de los primeros líderes y escritor, se transformó en el principal promotor de la geografía hemisférica del Libro de Mormón y muchas de
sus ideas se incorporaron como pies de página relacionados a eventos geográficos en la edición de 1879 del Libro de Mormón. Estas anotaciones se quitaron en la edición de 1920, pero su influencia ya había impactado en muchos Santos de los Últimos Días. El modelo hemisférico nació de suposiciones puestas en contexto con especulaciones de la Norteamérica del siglo XIX y logró un estatus cuasi oficial entre los miembros por tradición más que por revelación. Para la mayoría de los miembros, no había necesidad de cuestionar la geografía hemisférica – parecía ser la interpretación obvia del texto.
Sin embargo, a través de los años, algunos Santos de los Últimos Días (tanto miembros como líderes) cuestionaron la geografía hemisférica. Las distancias de los viajes en el Libro de Mormón sugieren una geografía limitada, y varios estudios académicos propusieron una ubicación mesoamericana para los eventos del libro. Hoy, la mayoría de los estudiosos Santos de los Últimos Días y un número creciente de miembros y líderes creen que los eventos transcurrieron en América Central. Sin embargo, fue la visión tradicional de una geografía hemisférica la que pasó de una generación a otra de SUD como una verdad indiscutible. Esta “verdad” fue declarada desde el púlpito, integrada a los manuales, enseñada en las clases, y, de un modo natural, considerada como doctrina SUD por casi doscientos años entre la mayoría de los miembros de la Iglesia.
Si asumimos que los eventos del Libro de Mormón tuvieron lugar en una geografía limitada, ¿cómo reconciliamos el hecho de que profetas del pasado estuvieran equivocados sobre la locación de esos eventos o el desarrollo de los pueblos precolombinos? (Debemos recordar que algunos miembros – incluyendo algunos líderes de los comienzos – no aceptaron sin cuestionar la interpretación tradicional). Del mismo modo podríamos preguntarnos cómo podían estar equivocados los profetas del Antiguo Testamento sobre la forma de la Tierra.
De algún modo, las tradiciones parecen obedecer la primera Ley de Newton sobre el movimiento, que declara (en una de sus partes) que un objeto en movimiento tiende a mantenerse en movimiento a menos que actúen sobre él fuerzas exteriores. Hasta que nueva información saca de balance nuestra visión tradicional y nos estimula a examinar críticamente esa visión, tendemos a aceptar de modo poco crítico la mayoría de las tradiciones – aunque estén equivocadas. Los profetas, como el resto de los mortales, aceptan tradiciones que pueden ser erróneas simplemente porque no se les ha ocurrido desafiar tales tradiciones.
A veces, al otorgarse nueva luz, nos resistimos. La mayoría de nosotros siente aversión por el cambio; después de todo, somos criaturas de hábitos. “He intentado por varios años”, dijo José Smith, “preparar la mente de los Santos para recibir las cosas de Dios; pero vemos frecuentemente a algunos que, después de haber sufrido todo por la obra de Dios, se romperían en pedazos como cristal si algo viniese que es contrario a sus tradiciones”. En realidad no importa por cuánto tiempo o cuánta gente (profetas incluidos) creyeron en una idea no doctrinal errónea. La doctrina no está determinada por cuánto tiempo algo es creído, o por la popularidad de esa creencia. El autor inglés Gilbert K. Chesterton, observó,
“Las falacias no cesan de ser falacias porque se pongan de moda”. 
Cuando reconocemos que tanto miembros como no miembros a veces confunden las doctrinas oficiales SUD con tradiciones, procedimientos, políticas, y la presentación de doctrina, muchos argumentos anti mormones perderían cualquier fuerza que pudieran haber tenido.
C. Imposición de nuestro punto de vista sobre otros.
Nuestras percepciones personales del mundo (a las que los alemanes se refieren como Weltanschauungs) están compuestas por muchos factores complejos. Nuestras visiones del mundo
actúan como gafas de color que tiñen el modo en que analizamos nuestro medio ambiente y el medio ambiente de otros. A menudo, no podemos comprender cómo otras sociedades pueden pensar, decir o hacer algunas de las cosas que hacen. Con bastante frecuencia imponemos nuestras interpretaciones, comprensiones, percepciones e ideologías sobre culturas extranjeras o construcciones sociales diferentes. Este fenómeno se halla en todas las culturas y en todos los períodos. No está limitado a los norteamericanos, gente moderna, o mormones. Nuestras suposiciones hacen que interpretemos palabras y eventos de modos que a veces son totalmente opuestos a lo que realmente significaban o a lo que realmente ocurrió. Si bien prácticamente todo el mundo ve los mismos colores, por ejemplo, diferentes personas pueden conceptualizar los colores de modo diverso o dividir el continuum del color en diferentes puntos. Los rusos y los norteamericanos, por ejemplo, colocan la línea divisoria entre el verde y el azul en puntos diferentes. Algunos tonos que llamamos verde, los rusos los llamarían azul. El color del cabello en árabe es categorizado diferente que en inglés. Lo que ellos denominan “rubio” llamaríamos normalmente castaño o cobrizo. En Inglaterra las papas fritas se llaman “chips”, mientras que nuestro “trigo” es “corn” (maíz). El término “corn” en la Biblia del Rey Santiago no se refiere al maíz americano sino a una variedad de granos del Mundo Antiguo – generalmente trigo y cebada. En ocasiones una palabra puede significar algo muy diferentes dependiendo del contexto. Podemos tomar una siesta pero también tomar un atajo. Del mismo modo, el término “gay”, para ejemplificar, significa algo totalmente distinto para los americanos del siglo XXI de lo que significaba para los americanos del siglo XVIII. Si alguien fuese a realizar una traducción a otra lengua, necesitaría entender cómo – o quizás cuándo – el término se utilizaba en inglés para hacer una traducción correcta.
Los estudiosos bíblicos Malina y Rohrbaugh (no mormones), explican que todos los lectores “deben interactuar con los escritos y ‘completarlos’ para que puedan tener sentido”. “Cada documento escrito invita a una inmediata participación del lector. De modo que los escritos proveen lo necesario, pero no pueden proveer todo”. Dado que la lectura tiene fuertes elementos sociales, los lectores que comparten el medio social de un autor tienen mayor posibilidad de llenar los espacios en blanco con imágenes mentales instintivamente correctas rescatadas de su propia experiencia y cultura. Una claridad más razonable es disfrutada al tener un sistema social en común. Cuando dicho sistema entre lector y escritor difiere – la cual es bastante común con textos escritos en diferentes épocas o en diferentes culturas – las imágenes mentales que un lector conjura inconscientemente pueden ser drásticamente diferentes de las imágenes que el autor intenta evocar. Cuando lector y escritor provienen de diferentes sistemas sociales, entonces “como regla, el resultado será la no comprensión – o por lo menos mal entendimiento”. Generalmente, las imágenes mentales de un lector – especialmente si se trata de un lector no informado – serán influenciadas por su propia cultura (un fenómeno conocido como “recontextualización”). Este problema nos ayuda a reconocer la importancia de comprender las culturas diferentes en su propio contexto.
En la Biblia frecuentemente hallamos referencias a “toda la tierra”. Cuando leemos esa frase viviendo en el siglo XXI, pensamos en todo el planeta. Los antiguos, sin embargo – aquellos para quien las escrituras fueron inicialmente escritas – no veían a la tierra como un planeta en el mismo sentido que lo hacemos hoy. Para la gente de la Biblia, toda la tierra se refería generalmente a los territorios poblados que conocían – ese era su mundo. En Éxodo 10:12, leemos que el Señor causó que la “tierra de Egipto” fuese asolada por langostas. Sin embargo en el versículo 15 se lee que las langostas “cubrieron la faz de toda la tierra”. Obviamente “toda la tierra” aún se refiere a Egipto. Del mismo modo en Lucas 2:1, leemos que Cesar Augusto envió un decreto para que “todo el mundo” fuese empadronado. Dudo que Augusto estuviese intentando empadronar a todas las naciones de Europa,
Asia y las Américas. Entender el uso antiguo de “tierra” en la Biblia nos ayuda a entender el uso de los términos “tierra” y “territorio” en el Libro de Mormón – ambos generalmente referidos a áreas localizadas. Saber de estas diferencias es importante cuando nos proponemos la tarea de comprender lo que los autores del Libro de Mormón estaban diciendo en relación a la geografía y la posibilidad de otras habitantes.
Cuando intentamos comprender eventos SUD del siglo XIX, así como eventos del Libro de Mormón, como eventos reales que le ocurrieron a gente real en el contexto en que vivieron e interactuaron con su medio, nos damos cuenta que muchas de las objeciones críticas son menos problemáticas o desaparecen por completo. De hecho, cuando analizamos el Libro de Mormón a través de un lente que asume una antigua cultura de producción mesoamericana, muchos detalles del libro tienen más sentido que si asumimos una cultura de producción moderna.
D. Expectativas poco realistas sobe la Ciencia y los Académicos.
La ciencia y los estudios académicos incluyen disciplinas rigurosas que nos permiten saber más sobre el mundo de hoy así como del mundo del pasado. Como Santos de los Últimos Días, debemos reconocer que la verdad es verdad sin importar su fuente. Como lo dijo José Smith, uno de los grandes principios fundamentales del mormonismo es recibir la verdad, venga de donde venga…Debemos recoger todos los principios buenos y verdaderos en el mundo y atesorarlos, o no seremos verdaderos mormones.
Muchos miembros educados reconocen que los hechos develados por la ciencia, y las teorías formuladas por investigadores e historiadores son generalmente verdaderas y apropiadas, o, al menos, razonablemente plausibles. Sin embargo, hay algunas cosas que la ciencia no puede aún responder. Por ejemplo, a pesar de las declaraciones de los críticos, la Arqueología y la ciencia del ADN están demasiado limitadas para poder dañar la historicidad del Libro de Mormón. No tengo el tiempo para entrar en detalles aquí, pero analizo ambas con mayor profundidad en mi libro. Del mismo modo, la investigación histórica no puede decirnos si Dios creó la Tierra, si Jesús se levantó de la tumba, o si el Padre y el Hijo visitaron a José Smith. Es importante comprender también que no existe tal cosa como un observador total y verdaderamente imparcial.
Los historiadores intentan reconstruir eventos del pasado. Muchos críticos declaran que los mormones son tendenciosos e intentan poner cierto tono en sus narrativas históricas. Los mismos críticos afirman que ya que ellos no son mormones – por tanto no están influenciados. Esto, a su vez, ofrece un motivo para confiar en su versión más que en la versión SUD ya que simplemente dejan que los hechos hablen por sí mismos.
Independientemente de la educación e inteligencia individual, todos tenemos un conocimiento limitado, es decir que, en ocasiones, es fragmentario, deficiente y, al menos en ciertas instancias, distorsionado. Lo que no podemos saber o no entendemos por completo lo completamos con lo que percibimos como comprensión. Nadie puede despojarse totalmente de favoritismos, ideologías o presupuestos.
Estas parcialidades se encuentran generalmente en el corazón mismo de nuestro modo de enfocar un tema, el apoyo para argumentos cruciales que aceptamos, y un factor decisivo en lo que consideramos evidencia confirmatoria. Nuestras percepciones – o cómo entendemos las cosas – siempre se hallan coloreadas por una variedad de factores que incluyen nuestra educación, ambiciones, deseos, historia personal, salud emocional, etc. Si suponemos que prejuicios e ideologías son debilidades limitadas estrictamente a los ignorantes nos llevaremos la sorpresa de que tanto la filosofía de la ciencia como la historia señalan las mismas debilidades aún en las más rigurosas disciplinas. La objetividad pura es un mito. Ningún academicismo está completamente (o sustancialmente) libre de agenda propia, preferencia, ambición y prejuicio.
El fallecido filósofo y científico Thomas Kuhn, enseñó que las comunidades científicas comparten una “constelación de creencias” conocidas como paradigmas. Estos paradigmas – que denotan las parcialidades e ideologías de un grupo – incluyen el compartir un grupo de reglas, leyes y presunciones subyacentes, que unifican a la comunidad científica en derredor de un “modo grupal de ver”. Como explica otro investigador, estas presunciones subyacentes dictan “lo que los estudiosos aceptan como hecho establecido, qué clase de nueva información buscan, la relevancia significativa que asignan a diferentes tipos de datos… y las lentes interpretativos que prefieren usar”.
El Dr. David Hacket Fischer, profesor no mormón de historia en la Universidad Brandeis, señala que “la falacia Baconiana consiste en la idea de que un historiador puede operar sin la ayuda de cuestionamientos preconcebidos, hipótesis, ideas, o presunciones de todo tipo”. “Cada visión de la historia” – escribe el historiador no SUD Steven Best – “funciona como una lente u óptica específica que un teórico emplea para iluminar alguna faceta de la realidad humana. Cada perspectiva es tanto habilitadora, permitiendo un estudio fuertemente enfocado, y limitante, evitando la consideración de otras perspectivas”.
Dan Vogel – un crítico que ha publicado numerosas obras cuestionando la interpretación tradicional de la historia SUD – proclama que una vez que un historiador ha decidido que el relato mormón “no tiene base histórica, entonces las afirmaciones de Smith sobre el ángel y las planchas no pueden ser tomadas seriamente”. En otros lugares reconoce su “inclinación… a interpretar las afirmaciones de lo paranormal… como engaño o fraude”. Para él no puede haber comunicación con Dios; no puede haber auténtica escritura.
Dado que toda experiencia de revelación es descartada desde el comienzo, cualquier explicación que sugiera revelación debe provenir del entorno o de fuentes naturales a pesar de la evidencia en contra. En un foro público Vogel escribió: “Para tomar a José en serio tendría que creer que (El Libro de Mormón) es histórico… pero yo no lo creo. Si no es histórico ¿qué ocurre con José Smith?”
Aquellos, como él, que no creen en un Libro de Mormón histórico o en la existencia de Nefitas, “están obligados a explicar las planchas y los testigos” con una teoría “consistente con esa conclusión, sin importar cuán difícil resulte”. Hace ya una década, Richard Bushman observó sagazmente que “los historiadores creyentes están más inclinados a ser fieles a las fuentes básicas que los no creyentes” y que “los historiadores seculares son más propensos a suprimir las fuentes de información que provienen de allegados a José”. Con la conclusión preestablecida de que el Libro de Mormón no es histórico la pregunta no es “¿Tradujo realmente José un texto antiguo?” Sino “¿Qué factores influyeron en José para que escribiera su obra de ficción?”. Estos ejemplos proveen una excelente ilustración del modo en que los paradigmas conducen la investigación, afectan el modo en que la evidencia es presentada, determinan qué evidencia es presentada y qué anomalías ignoradas y también las conclusiones formuladas. En áreas tales como la historia, encontramos paradigmas enfrentados que reciben su influencia de la ideología del historiador.
Algunos críticos declaran, o sugieren, que, a diferencia de los apologistas mormones (aquellos que defienden las creencias SUD), ellos están libres de prejuicios y dejan que los hechos hablen por sí mismos. Tales críticos aseguran estar “dedicados a seguir la verdad sin importar a dónde conduzca” mientras que los apologistas supuestamente “conocen las conclusiones desde el comienzo” y filtran “los hechos y evidencias que los apoyan”. De todos modos esa afirmación parece absurda, ya que ningún ser humano tiene la habilidad de despojarse totalmente de sus prejuicios.

Inoculación

Si bien agregar cogniciones puede rescatar a un testimonio dañado, un cambio de paradigma, antes de que surjan los temas conflictivos, a menudo sirve como vacuna contra el síndrome de fe zarandeada. De todos modos, la inoculación también puede producir su propio daño.
Dan Peterson, escribiendo en un foro, ofreció este ejemplo basado en una disertación a la que asistió presentada por el fallecido Stanley Kimball con relación a la complejidad de la historia mormona. Kimball habló de tres niveles de historia mormona. El nivel A, dijo, es la versión de la Escuela Dominical. Todo en el nivel A es obviamente bueno, verdadero y armonioso. El nivel B es la versión anti mormona de la misma historia. En este nivel, todo lo que parecía bueno, verdadero y armonioso se transforma en malvado, falso y caótico. Señaló que la Iglesia normalmente intenta mantener a sus miembros en el nivel A, o, al menos, no siente ninguna obligación institucional de llevarlos a un nivel más profundo. ¿Por qué no? Porque se pierden almas en el nivel B. Y, aunque el nivel C pueda ser más deseable académicamente, no puede llegarse a él sin cierta exposición al nivel B. Si él estuviera en una posición de liderazgo, aseguró, probablemente tomaría la misma decisión. Una vez que miembros de la Iglesia han estado expuestos al nivel B, sin embargo, su única esperanza es alcanzar la versión más rica y compleja de la historia que se halla en el nivel C – el cual, aseguraba él y yo estoy de acuerdo, vuelve a ser esencialmente, aunque más profundamente, como el nivel A. La única cura para mala historiografía es mejor historiografía. El único remedio para malos argumentos anti mormones son mejores contra argumentos…
No todos necesitan el nivel C. Pero algunos sí, ya sea porque el nivel B les produce molestias o porque encuentran el nivel A poco nutritivo de algún modo. Muchos buenos santos vivirán todas sus vidas en el nivel A, y serán salvos. Para alcanzar el nivel C debemos desear ser más maduros en nuestras creencias, actitudes y perspectivas; debemos estar deseosos de abandonar fantasías idealistas, mitos y folklore; deberemos agregar nuevas cogniciones (o creencias) a nuestra visión del mundo, y debemos tener las mentes suficientemente abiertas para sintetizar cogniciones en conflicto. Afortunadamente, para aquellos que están luchando con temas desafiantes, tenemos la ventaja de vivir en una época en que los estudiosos, tanto SUD como no SUD, han hecho una importante contribución a nuestro entendimiento tanto de la historia de las escrituras como de la historia mormona. Vivimos en un período en el que perspectivas adicionales pueden mejorar nuestra preocupación sobre temas desafiantes – los que, a su vez, pueden enternecer nuestros corazones a los susurros del Espíritu permitiéndonos recibir un testimonio espiritual.
El mayor problema con la posibilidad de adicionar cogniciones es que una gran cantidad de miembros ignoran las respuestas apologéticas y de estudiosos SUD. Muchos nunca han oído hablar de FARMS [hoy Maxwell Institute] o FAIR [hoy Fairmormon]. Algunos de la generación pasada han escuchado de Hugh Nibley, pero ¿cuántos han leído realmente sus obras? Cuando ciertos miembros hallan información anti SUD que les suena persuasiva, la aceptan como correcta porque no tienen idea de las respuestas pro SUD y esos nuevos argumentos ganan por defecto. De pronto puede parecer obvio que José Smith era un charlatán y que sus escrituras fueron creaciones de ficción. Existen, sin embargo respuestas coherentes, lógicas y eruditas para las acusaciones antimormonas y cuando los miembros en lucha encuentran evidencia adicional para apoyar sus creencias, los testimonios generalmente permanecen intactos. Espero que nuestros esfuerzos logren un mayor reconocimiento y que más miembros estén al tanto de FAIR, FARMS, la evidencia académica a favor de las habilidades proféticas de José, así como de las respuestas apologéticas a cuestionamientos desafiantes. Como dijera Sir Francis Bacon, ipsa scientia potestas est (el conocimiento es poder). Es nuestro deseo que más miembros puedan fortalecer sus testimonios al abrazar el conocimiento de la investigación y apología SUD.

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  1. Muy bueno... con tu permiso me lo copio para publicar mas adelante en mi blog... no tiene desperdicio. es una maravilla

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